jueves, 19 de noviembre de 2009

Sobre la Modernidad - Descartes



La Modernidad en Descartes



He aquí, en el marco de la escritura o re-escritura, este intento por aborda la Modernidad, encarnada en la figura de Descartes, como testimonio de la reflexión que acompaña el cursado de nuestra materia. La invitación parte, no sin cierta labor textual, de la re-visión tanto de los textos de Descartes, como así también de algunos estudios al respecto del contexto histórico del pensamiento del autor y su época.

Siguiendo Turró los aportes de Kuhn al respecto de los paradigmas, y circunscribiéndonos a los límites (acotados) de la Modernidad en relación con los saltos de la/s ciencia/s en el transcurso de la historia del pensamiento occidental, podríamos acordar cierta síntesis, y plantearlo en las siguientes palabras: “cada individuo que piensa la realidad lo hace desde una situación previamente dada, situación que viene constituida fundamentalmente por la herencia cultural recibida.” Así pues, Descartes es heredero, en cierto modo, del Renacimiento (y de lo que el mismo como época implicó), o sea, paso del paradigma aristotélico al paradigma del naturalismo: “la desaparición de las categorías aristotélicas (afirma Turró), a través de las cuales la Baja Edad Media había visto la realidad, [y] se efectúa en beneficio de otra categorización que presenta, frente a la anterior, una unificación general del mundo. Lo supralunar y lo sublunar, lo natural y lo violento, lo natural y lo artificial, es efectivamente unificado en un todo homogéneo y elástico, dentro del que cabe cualquier acontecimiento.”

Turró, en su trabajo, continúa así: “La categorización de la realidad propia del naturalismo se mantuvo como fuente de toda explicación válida hasta el primer tercio del siglo XVII inclusive. A partir de entonces, una serie de personajes interrelacionados por la figura-eje de Mersenne (Galileo, Descartes, Hobbes, Gassendi, etc.) iniciaron la crítica [la cursiva-negrita es mía] del paradigma vigente realizando una nueva categorización de la realidad que hallaría su formulación más nítida en Descartes.”

La historia tradicional, como una sucesión de figuras tipificadas en torno a unas categorías conceptuales fijas y supuestamente clarificadoras (idealismo, realismo, racionalismo, empirismo, escepticismo, etc.), ha hecho de Descartes el iniciador de la filosofía moderna, y ello en dos sentidos: en cuanto que con él emerge la Modernidad, rompiendo con toda tradición anterior, y en cuanto que Descartes es el primer filósofo moderno.

Descartes aparece como el primero en tematizar, por un lado, el método hipotético-deductivo de la física y, por otro, los ideales últimos que otorgan sentido racional a la nueva ciencia. De este modo, las consideraciones “metafísicas” que sus coetáneos le criticaban, sus intentos de esclarecer los fundamentos metodológicos, epistemológicos y teleológicos de la ciencia que entonces se generaba, aparecen como la más importante documentación para el análisis de sus conexiones con el subsuelo de las formaciones culturales recibidas, es decir, con el espectro general de los elementos que configuran una tradición y dan sentido a las acciones de los hombres que en ella se mueven. Por esta razón la figura de Descartes, lejos de ser la de uno de los fundadores de la nueva ciencia junto a otros fundadores, es un pilar fundamental. Su sabiduría totalizadora, que no establece deslindes entre lo físico y lo metafísico, su espíritu inquieto y abierto a pensar todo lo pensable, hacen de él el modelo paradigmático de su generación.

1)- Reconstrucción del itinerario intelectual o espiritual de Descartes expuesto (manifiesto) en el Discurso del Método

Podemos dividir el itinerario cartesiano en tres momentos, según así lo sugiere el propio Descartes en su obra:

I)- Su rechazo respecto de la experiencia del mundo de los libros

Me nutrí en las letras[1] desde mi infancia, y puesto que me persuadían de que mediante ellas se podía adquirir un conocimiento claro y seguro de todo lo que es útil para la vida, yo tenía fuerte deseo de aprenderlas. Mas no bien hube terminado todo ese curso de estudios, (…). …me sentí entorpecido con tantas dudas y errores, que me parecía que, tratando de instruirme, lo único que había logrado era descubrir cada vez más mi ignorancia.” [I, 7]

“Por esto es por lo que, no bien la edad me permitió salir de la sumisión a mis preceptores, abandoné por completo el estudio de las letras. Y habiendo resuelto no buscar otra ciencia que la que se pudiera hallar en mí mismo o bien en el gran libro del mundo, empleé el resto de mi juventud en viajar…” [I, 15]


II)- Su rechazo a la experiencia vivida en el libro del mundo


…casi es lo mismo conversar con los hombres de otros siglos que viajar. Es bueno saber algo de las costumbres de los diversos pueblos, a fin de juzgar de las nuestras más cuerdamente, y de que no pensemos que todo lo que esté contra nuestros modos sea ridículo y contra razón como suelen hacer quienes nada vieron. Pero cuando se invierte demasiado tiempo en viajar, se acaba siendo extranjero en su país; y cando se es demasiado curioso de lo que se practica en los siglos pasados, se suele permanecer harto ignorante de lo que se practica en éste.” [I, 9]

“Bien es verdad que, mientras no hacía sino considerar las costumbres de los demás hombres, yo no hallaba nada que me tranquilizara y que notaba en ellas tanta diversidad como antes me había ocurrido con las opiniones de los filósofos. De suerte que el mayor provecho que obtuve de esto fue que, viendo varias cosas que, aun pareciéndonos extravagantes y ridículas, no dejan de ser corrientemente recibidas y aprobadas por otros grandes pueblos, aprendí a no creer tan firmemente nada de lo que no me hubiera convencido más que por el ejemplo y la costumbre; así fui librándome poco a poco de muchos errores que pueden ofuscar nuestra luz natural y hacernos menos capaces de entender razones.” [I, 16]


III)- La necesidad de búsquedas de certezas en sí mismo, correlativamente al establecimiento de un proceder metódico. Pasaje del modelo matemático al modelo metodológico de la analogía como procedimiento cognitivo viable para la construcción de la nueva ciencia

a)- “Pero después de haber invertido algunos años en estudiar así en el libro del mundo, y en tratar de adquirir alguna experiencia, un día tomé la resolución de estudiar también en mí mismo y emplear todas las fuerzas de mi espíritu en elegir los caminos que yo debía seguir. Lo cual me salió mucho mejor –me parece- que si nunca me hubiera alejado de mi país ni de mis libros.” [I, 16]

b)- “Mas cual hombre que camina solo y en las tinieblas, resolví andar tan lentamente y usar tanta circunspección en todas las cosas que, aunque avanzara muy poco, me guardaría bien por lo menos de caer. Ni siquiera quise comenzar desechando totalmente ninguna de las opiniones que hubiera podido deslizarse otro tiempo en mi creencia sin haber sido introducidas por la razón, hasta después de haber pasado bastante tiempo haciendo el proyecto de la obra que emprendía y buscando el verdadero método para llegar al conocimiento de todas las cosas de que mi espíritu fuera capaz.” [II, 5]

“Siendo más joven había estudiado, entre las partes de la filosofía, un poco de lógica, y entre las matemáticas, un poco el análisis de los geómetras y el álgebra, tres artes o ciencias que parecían tener que contribuir en algo a mi propósito. (…) ..… advertí que, respecto de la lógica, sus silogismos y la mayor parte de sus otras instrucciones sirven más bien para explicar a otro las cosas que uno sabe, (…), que para aprenderlas. (…) Luego, respecto del análisis de los antiguos y del álgebra de los modernos, sobre no extenderse sino a materias muy abstractas, y que no parecen de utilidad alguna, el primero está siempre tan suspendido a la consideración de las figuras que no puede ejercitar el entendimiento sin cansar mucho la imaginación; y, en última, se está sometido a ciertas reglas y ciertas cifras de tal modo que se ha hecho de ellas un arte confuso y oscuro que entorpece el espíritu en lugar de ser una ciencia que lo cultive. [II, 6]

c)- “…en lugar de ese gran número de preceptos de que se compone la lógica, creí que me bastarían los cuatro siguientes, a condición de que tomara una firme y constante resolución de no dejar de observarlos ni una sola vez.” [II, 6]

1- “El primero consistía en no admitir jamás nada por verdadero que no conociera que evidentemente era tal; es decir, evitar minuciosamente la precipitación y la prevención, y no abarcar en mis juicios nada más que lo que se presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviera ocasión de ponerlo en duda.” [II, 7]

2- “El segundo, en dividir cada una de las dificultades que examinara en tantas partes como fuera posible y necesario para mejor resolverlas.” [II, 8]

3- “El tercero, en conducir por orden mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer para subir poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más compuestos, y aun suponiendo orden entre aquellos que no se preceden naturalmente unos a otros.” [II, 9]

4- “Y por último, en hacer en todo enumeraciones tan completas y revisiones tan generales que tuviese la seguridad de no omitir nada.” [II, 10]

2)- En la sexta parte del Discurso del Método Descartes explicita los valores de la nueva ciencia. Hemos advertido juntos, a través de su lectura, ciertas ambigüedades: plantear la ciencia como voluntad de dominio y a la vez exigir su constitución desde y para ciertas finalidades éticas. Según su interpretación:

· ¿Es posible sostener racionalmente esta doble alternativa?

· ¿Ha detectado en los textos cartesianos formas de enlace o conexión entre razón teórica y práctica?

· Según su interpretación, ¿cómo es posible relacionar la idea de Dios, fundamento del sujeto cognoscente, con la puesta de límites éticos a la creación científica?

- Como hasta aquí he venido trabajando, he preferido utilizar como guía las palabras mismas, manifiestas, de Descartes, al respecto de cada sub-tema. Por lo tanto, lo primero será ubicarnos en el texto base y, seguidamente, la reflexión correspondiente:


a)- “…es posible encontrar una práctica mediante la cual, conociendo la fuerza y las acciones del fuego, el agua, el aire, los astros, los cielos y todos los demás cuerpos que nos rodean, (…), los podríamos emplear del mismo modo para todos los usos a que se prestan y convertirnos así en una especie de dueños y poseedores de la naturaleza…” [VI, 2]

b)- “…la invención de una infinidad de artificios que harían que sin esfuerzo alguno se disfrutara de los frutos de la tierra y de todas las comodidades que en ella se encuentran, sino principalmente también para la conservación de la salud, que sin duda es el primer bien y fundamento de todos los demás bienes de esta vida,…” [VI, 2]


c)- “…aunque es muy cierto que todo hombre está obligado, en cuanto depende de él, a procurar el bien de los demás, y que propiamente no vale nada quien no es útil a nadie, también lo es empero que nuestros cuidados deben extenderse más lejos que el tiempo actual…” [VI, 4]


Si bien es notoria la voluntad de poder [o dominio] de la ciencia, (ideal que por otra parte se corresponde con el de la Modernidad como paradigma surgente), encarnada por su “sujeto cognoscente” (el sujeto de Descartes), particular y no tanto, pues éste, el sujeto, es tratado en la escritura de Descartes, como sujeto universal, no es prioridad el hacer todo cuanto le sea posible por vía del conocimiento, a favor de su propio interés sino que, todo adelanto o progreso tiene como finalidad el bien común del hombre. De ahí ese carácter de prioridad que le asigna a los adelantos de la medicina, tanto como saber teórico, como así también práctico.

Ahora bien, Descartes, avanzando progresivamente en sus reflexiones, deduce que el fundamento de su sujeto cognoscente es Dios, y que por lo mismo, de ese ser perfecto o suprema bondad, es propio del sujeto que de él depende para existir, no hacer nada que contraríe tal naturaleza divina. El deber u obligación de todo sujeto es procurar el bien de todos los hombres; éste es su límite y su medida, y circunscripto por ello, por donde debe hacer marchar la creación científica.

3)- Con Descartes la actitud filosófica característica de la admiración del hombre hacia el afuera, se revierte en desconfianza, sospecha y duda. Las diferencias y divergencias respecto a lo que se sabe de este mundo lo conducen a la afirmación del sujeto, no sólo, como única certeza, sino también, como garante de unidad, coherencia y racionalidad. En las tres primeras Meditaciones Metafísicas Descartes narra la experiencia de la subjetividad en la búsqueda de su conocimiento.

· a)-Intente una redacción sobre el modo como se experimenta a sí misma la subjetividad

· b)-¿Explica Descartes el cogito solamente por las relaciones consigo mismo?

· c)-¿Puede la subjetividad cartesiana experimentarse como fundante respecto a sí misma?

· d)-¿Qué crítica le haría a una filosofía con pretensiones de legitimarse desde una subjetividad inmanente? Acuda si es necesario a textos contemporáneos, críticos de versión cartesiana de la Filosofía del sujeto o de la conciencia

a)- La subjetividad. Experimentación de sí misma

En las líneas siguientes, y a modo de breve reflexión, tomaré como base un texto de las Meditaciones Metafísicas, partiendo de una de las frases con que se inicia una de ellas: «como si hubiera caído en una profunda vorágine». Y con ella, me arriesgaré a exponer el cómo se experimenta la subjetividad a sí misma.

Con estas palabras, Descartes pretende explicar o más bien exponer la experiencia de su aventura espiritual, en las Meditaciones Metafísicas. Un caer, un ahondar, un apartarse, voluntariamente, de todo cuanto implique duda. Duda del ser o no ser de las cosas que lo rodean.

Ahora bien, la aventura de las Meditaciones va aun más allá de lo que había sido el impulso precedente del Discurso. Esta vez irá de la duda metódica a la duda hiperbólica, en la cual quedan suspendidas todas las “certidumbres” de los antiguos paradigmas, aristotélico y renacentista, como así también, por el momento, las del paradigma mecanicista.

Así pues, una vez que la consciencia del investigador queda rodeada, inmersa, suspendida o caída “en una profunda vorágine”, la única experiencia posible que queda es la de vérselas consigo mismo como consciencia pensante. Suerte entonces, desde las profundidades el ser pensante, el sub-jectum. El mismo, sub-jectum del Discurso del Método: el sujeto del conocimiento.

Por ende, y a modo de síntesis, podríamos decir que la subjetividad se experimenta a sí misma en el acto voluntario de pensar, o sea: “de una cosa que duda, que concibe, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina también, y que siente.”

b y c)- ¿Explica Descartes el cogito solamente por las relaciones consigo mismo?

Una vez que Descartes ha llegado al cogito “yo soy, yo existo”, junto a él (al cogito) aparece el tema de que el yo es contingente. O sea, el yo depende del tiempo: existo, sí, pero existo en cuanto estoy pensando, si dejase de pensar también dejaría de existir.

Ahora bien, siguiendo Descartes el hilo de sus reflexiones, queda frente a la diferencia entre las ideas que “posiblemente” proceden de mí, y las que no son posible que procedan de mí, es decir: Dios.

“Bajo la denominación de Dios comprendo una substancia infinita, independiente, que se sabe y puede en el más altos grado, y por la cual he sido creado yo mismo con todo lo demás que existe, si es que existe algo más. Todo lo cual es de tal género que cuanto más diligentemente lo considero, tanto menos parece haber podido salir sólo de mí.” [III, 20]

y continúa así:

“Porque aun cuando exista en mí la idea de substancia por el mismo hecho de que soy substancia, no existiría la idea de substancia infinita, siendo yo finito, si no procediese de alguna substancia infinita en realidad.” [III, 21]

y más adelante:

“Resta tan sólo examinar de qué modo he recibido esta idea de Dios, porque ni la he recibido con los sentidos, ni me viene a las mientes cuando no atiendo a ella, como suelen (o al menos lo parecen) las ideas de las cosas sensibles; ni ha sido imaginada por mí, puesto que no puedo sustraer nada de ella ni añadirle algo; hemos de reconocer, por tanto, que su idea no es en mí innata como me es innata la idea de mí mismo.” [III, 35]

Por su parte, Turró se explica en las siguientes palabras: «Descartes recoge aquí toda la tradición neoplatónica y hermenéutica del Renacimiento: el individuo como un punto imperceptible en la totalidad infinita del cosmos, pero que participa de lo infinito por el pensamiento; el hombre como eslabón en la historia de la revelación divina a la humanidad, pero eslabón que, por ser portador de logos, es partícipe de la divinidad».

Así, Descartes amplía el límite de la relación del sujeto cognoscente consigo mismo, y lo pone también en relación con la existencia de Dios. Ahora bien, esta relación es una relación de dependencia con el ser creador de todas las cosas que existen.

d)-¿Qué crítica le haría a una filosofía con pretensiones de legitimarse desde una subjetividad inmanente? Acuda si es necesario a textos contemporáneos, críticos de versión cartesiana de la Filosofía del sujeto o de la conciencia


El siglo XVII es aristocrático, ordenador, desdeñoso ante lo animal, severo para con el corazón, «incómo­do», incluso sin alma, «no alemán», retraído respecto a lo burlesco y lo natural, generalizador y soberano respecto al pasado: pues cree en sí mismo. Para per­manecer señor, tiene en el fondo mucho de fiera, mu­cho de hábitos ascéticos. El siglo de la fuerza DE VO­LUNTAD, pero también de la fuerte pasión.

Friedrich Nietzsche

Nihilismo, Escritos Póstumos



De los despreciadores del cuerpo

A los despreciadores del cuerpo quiero decirles mi palabra. No deben aprender ni enseñar otras doctrinas, sino tan sólo decir adiós a su propio cuerpo - y así enmudecer. «Cuerpo soy yo y alma» - así habla el niño. ¿Y por qué no hablar como los niños?

Pero el despierto, el sapiente, dice: cuerpo soy yo íntegramente, y ninguna otra cosa; y alma es sólo una palabra para designar algo en el cuerpo.

El cuerpo es una gran razón, una pluralidad dotada de un único sentido, una guerra y una paz, un rebaño y un pastor.

Instrumento de tu cuerpo es también tu pequeña razón, hermano mío, a la que llamas «espíritu», un pequeño instrumento y un pequeño juguete de tu gran razón.

Dices «yo» y estás orgulloso de esa palabra. Pero esa cosa aún más grande, en la que tú no quieres creer, - tu cuerpo y su gran razón: ésa no dice yo, pero hace yo.

Lo que el sentido siente, lo que el espíritu conoce, eso nunca tiene dentro de sí su final.

Pero sentido y espíritu querrían persuadirte de que ellos son el final de todas las cosas: tan vanidosos son.

Instrumentos y juguetes son el sentido y el espíritu: tras ellos se encuentra todavía el sí mismo[2].

El sí-mismo busca también con los ojos de los sentidos, escucha también con los oídos del espíritu.

El sí-mismo escucha siempre y busca siempre: compara, subyuga, conquista, destruye.

El sí-mismo domina y es el dominador también del yo.

Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, se encuentra un soberano poderoso, un sabio desconocido – llámase sí-mismo. En tu cuerpo habita, es tu cuerpo.

Hay más razón en tu cuerpo que en tu mejor sabiduría. ¿Y quién sabe para qué necesita tu cuerpo precisamente tu mejor sabiduría?

Tu sí-mismo se ríe de tu yo y de sus orgullosos saltos. « ¿Qué son para mí esos saltos y esos vuelos del pensamiento?, se dice. Un rodeo hacia mi meta. Yo soy las andaderas del yo y el apuntador de sus conceptos.»

El sí-mismo dice al yo: « ¡siente dolor aquí!» Y el yo sufre y reflexiona sobre cómo dejar de sufrir – y justo para ello debe pensar.

El sí-mismo dice al yo: « ¡siente placer aquí!» Y el yo se alegra y reflexiona sobre cómo seguir gozando a menudo – y justo para ello debe pensar.

A los despreciadores del cuerpo quiero decirles una palabra. Su despreciar constituye su apreciar[3]. ¿Qué es lo que creó el apreciar y el despreciar y el valor y la voluntad?

El sí-mismo creador se creó para sí el apreciar y el despreciar, se creó para sí el placer y el dolor. El cuerpo creador se creó para sí el espíritu como una mano de su voluntad.

Incluso en vuestra tontería y en vuestro desprecio, despreciadores del cuerpo, servís a vuestro sí-mismo. Yo os digo: también vuestro sí-mismo quiere morir y se aparta de la vida. Ya no es capaz de hacer lo que más quiere: - crear por encima de sí. Eso es lo que más quiere, ése es todo su ardiente deseo.

Para hacer esto, sin embargo, es ya demasiado tarde para él: - por ello vuestro sí-mismo quiere hundirse en su ocaso, despreciadores del cuerpo.

¡Hundirse en su ocaso quiere vuestro sí-mismo, y por ello os convertisteis vosotros en despreciadores del cuerpo! Pues ya no sois capaces de crear por encima de vosotros.

Y por eso os enojáis ahora contra la vida y contra la tierra. Una inconsciente envidia hay en la oblicua mirada de vuestro desprecio.

¡Yo no voy por vuestro camino, despreciadores del cuerpo! ¡Vosotros no sois para mí puentes hacia el superhombre! –

Así hablaba Zaratustra.

Con este aforismo de Nietzsche, uno de entre tantos que encontré y que se referían a los alcances de la Modernidad en filosofía, he creído dar con una crítica a la filosofía de la conciencia desarrollada por Descartes; y en el mismo (aforismo), se critica la aparente autonomía fundante del “sujeto-yo” cognoscente de las ciencias, en la pretendida independencia de los datos aportados por los sentidos corporales del hombre, y la sospecha que de eso se desprende.


[1] Todas las “marcas” a los textos en negrita-cursiva son mía; las utilizo para una exposición clara y fluida de los temas a relevar. (Notas del alumno)

[2] Selbst. Se traduce aquí, no por yo, como a veces se hace, sino por sí-mismo. Nietzsche contrapone Ich (yo) y Selbst (sí-mismo), como puede verse en el párrafo siguiente y, en general, en todo este capítulo.

[3] Véase Más allá del bien y del mal 78: «Quien así mismo se desprecia continúa apreciándose, sin embargo, a sí mismo en cuanto despreciador».

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